viernes, 10 de mayo de 2013

San Isidro.Cartel y Ganaderia. 11/05/2013

Corrida de Rejones

DIEGO VENTURA           MARIANO ROJO           LEONARDO HERNANDEZ

Asistimos a la primera corrida de rejones de San Isidro 2013 en la que confirma la alternativa el rejoneador madrileño Mariano Rojo. Lo hace de manos de Diego Ventura que empezó la temporada triunfando con fuerza en plazas tan importantes como Arles, donde cortó tres orejas y un rabo. Pero su triunfo más clamoroso de este año fue su histórica encerrona en la Maestranza de Sevilla, donde cortó cuatro orejas a una corrida de Fermín Bohórquez el pasado 14 de abril. Completa la terna el extremeño Leonardo Hernández, habitual triunfador en Las Ventas, donde cortó una oreja la pasada temporada, el 12 de mayo.

Los toros pertenecen a la ganadería Carmen Lorenzo
de procedencia Murube – Urquijo.

Propietaria
Doña Carmen Lorenzo Carrasco.
Representante
Don Pedro Gutiérrez Moya.
Divisa
Celeste y blanca.
Señal
Muesca en la derecha y puerta en la izquierda.
Fincas
Espino Rapado, San Pelayo de Guareña (Salamanca).
Antecedentes
La ganadería de Carmen Lorenzo Carrasco fue creada en el año 1977 al adquirir su marido Pedro Gutiérrez la ganadería de Fausto Rodríguez Martín. En 1979 se puso a nombre de la actual propietaria, se eliminaron las reses adquiridas y se incorporó a la ganadería un lote de 170 hembras y un semental de Carlos Urquijo de Federico, de pura sangre Murube. Fue la primera adquisición de reses murubeñas por parte de Niño de la Capea ya que nueve años después siguió apostando por esta sangre al adquirir la ganadería de José Romero, formada con reses murubeñas compradas a Antonio Ordóñez cuatro años antes. Esta última ganadería se puso a nombre de los hijos del matador, los hermanos Pedro y Verónica Gutiérrez Lorenzo. En el año 2003 Pedro Gutiérrez Moya, Niño de la Capea, compró la ganadería de los Hermanos Rueda, que anunció San Pelayo, a la que se adscribieron reses de Carmen Lorenzo.
Procedencia
Murube - Urquijo.
Antigüedad
Sin antigüedad.
Estadísticas
La pasada temporada lidió treinta reses en nueve festejos. Los matadores cortaron once orejas. Lidió en Las Ventas cinco toros el dos de mayo, corrida en la que Morenito de Aranda dio una vuelta al ruedo en cada uno de sus oponentes. También lidió un sobrero, estoLa pasada temporada lidió 35 reses en 13 festejos. Se cortaron 43b orejas y cuatro rabos. Un toro lidiado por el rejoneador Sergio Galán en Tarancón fue premiado con vuelta al ruedo. Los matadores El Fandi, e Iván Fandiño (Guadalajara) y Juan Bautista (Nimes) cortaron dos orejas a un toro en sus actuaciones. No lidió la pasada temporada en Las Ventas.
queado por El Cordobés, en la corrida celebrada el 9 de junio.



Se denominan "murubes" a las reses que proceden en línea directa de la ganadería que tuvo Dolores Monge, viuda de Murube y sus hijos Joaquín y Faustino desde 1851, de sangre directa de la raíz Vistahermosa. La sangre original de este encaste tuvo dos aportaciones distintas: una minoritaria de la rama “lesaqueña” (toros de Manuel Suárez Cordero, ganadería "pre – saltillo”) y otra mayoritaria de la rama "saavedreña", al añadirse 309 cabezas de esta procedencia en 1863. Doña Dolores Monge falleció en 1884 y se dividió la ganadería en dos partes, una de las cuales permanece en la familia bajo la dirección de su hijo D. Joaquín, siendo vendida la otra a D. Eduardo Ybarra, quien le encargó la dirección de la misma a D. Faustino Murube, hermano de D. Joaquín. La denominación "murube" no hace justicia a la labor fundamental de un gran ganadero, Antonio Urquijo (1946), vacada que dio origen a otras muchas. En este sentido y a partir de esa variante, sería razonable hablar de encaste "murube / Urquijo". La familia Urquijo había comenzado su andadura en 1917 anunciándose la vacada a nombre de Carmen de Federico (esposa de Juan Manuel Urquijo). Esta sangre da origen a la ganadería (y posterior encaste) de Juan Contreras. La de Murube-Urquijo fue una vacada en la que opinó y escrutó el futuro del toro bravo Joselito el Gallo en sus visitas al cortijo de Juan Gómez. Hoy siguen fieles a esta sangre ganaderos tan prestigiosos como Fermín Bohórquez, Luis Albarrán, José Murube, José Manuel Sánchez y Pedro Gutiérrez Moya, entre otros. El murube se ha caracterizado por ser un animal grande o de caja generosa, largo, badanudo y descolgado, de testuz acarnerada y rizada, chato y enmorrillado; acapachado de cuerna, de mazorca gruesa y pitón nada astifino. Un tipo de toro excelente en este encaste es el bajo de agujas. Este toro tiene la gran virtud de su forma de galopar, tranqueando muy descolgado y en rectitud. Un toro de "buen son" y con "calidad" en la jerga taurina. Es sin duda el encaste preferido por los rejoneadores, en esta auténtica edad de oro del rejoneo que vivimos hoy.



Plaza de toros de Las Ventas. Primera de la Feria de San Isidro. Tres cuartos de entrada. Toros de José Luis Pereda, bien presentados pero mansos. El sexto, complicado. Diego Urdiales, silencio tras aviso y silencio tras aviso; Leandro, silencio tras aviso y silencio y Morenito de Aranda, silencio y silencio.





Recomencemos. Érase otra vez… una corrida cinqueña de encasteNúñez, hierro de José Luis Pereda, de buenas hechuras, muy definida en manso, con dos toros de embestidas rentables y tres toreros a la espera de su toro. Mal asunto. Tuvo el lote tipos buenos, casi todos enseñando las palas por delante, con plaza por tener buen perfil, excepto el segundo, que abrió un poco la cara y por delante enseñaba las puntas, el más ofensivo. Este, de marcada querencia, se dejó bastante y el chorreado en verdugo, de palas y pitones blancos, también dejó estar, los dos de Leandro. Uno a uno puro plomo. Corrida de fuerza escondida pues jamás se empleó y a la espada llegaron enteros. Nada tiene que ver la fuerza con la falta de celo o de raza. De bravura. Ese comportamiento esperado del toro de 'núñez', abanto de salida, ese huir del capote para irse calentando poco a poco, jamás sucedió. Si así hubiera sido, el cuento de esta corrida comenzaría por 'érase una vez'. Pero fue 'otra'. No 'una'. Tan así fue la tarde, que hubo un murmullo a la salida del sexto, salpicado, hondo cuajado, muy lleno, serio y bello, que se movió con cierto celo en el capote, movido también, de Morenito de Aranda, y creó la ilusión que no era cierta. Se fue al relance y, desde muy lejos, galopó hacia el caballo de Héctor Piña, que lanzó el palo, picó superior, siendo derribado. Pura gaseosa, porque el toro, que dejó verse a Luis Carlos Aranda en dos pares de banderillas buenos que el espejismo ovacionó como superiores, echó el freno de mano, se agarró al piso por el pitón derecho, y por el izquierdo se movió poco, a veces reponiendo o revolviéndose en la muleta de Morenito.  Ese toro se enlotó con su antítesis, un colorado chico, que se tapó por la cara, pero nada ofensivo, pues por delante siempre se veían las palas, no las puntas. Fue toro acobardado, de primer pase en el terreno de querencia, tratando el torero de ponerse bonito en los embroques y cuidándose de no ser arrollado cuando el toro pasaba para huir. Porque la corrida nunca tuvo malas ideas, solo que, a veces, camino de su querencia o en medio de la huida, arrollaban. Lo hizo el primero de Urdiales, que, además, echó la cara arriba en viaje corto, mucho más por el lado izquierdo. El cuarto hondo, cuajado, fue el más mulo. Rajado, huido y acobardado. Dentro del túnel en el que nos metió la corrida, hubo atisbos de luz. Apenas luz de vela de iglesia, pero algo. Para transitar mejor. El segundo toro, que marcó querencia hacia los terrenos de adentro de los tendidos 4 y 5, se tragó de forma clara los pases al acertar Leandro en citarlo siempre paralelo a tablas, no en perpendicular, porque sin duda, el muletazo hacia afuera habría sido de ay. Fue faena de embroque, a la espera de la inercia del toro, con ambas manos, detallista a veces. Con un par de achuchones al irse el toro por no querer pelea. Pero más allá no hubo. Tampoco en el chorreado quinto, que le regaló tres o cuatro embestidas en los adentros en una tanda con la derecha para luego ponerse espesa y poco digestible una faena tropezada en la muleta y a menos. No quiso agredir el toro. Ni el torero. La espada no es lo fuerte de los tres, por eso la corrida se pasó defectuosamente por las armas. Pero no hay que desesperar. Tardes quedan por delante para contar cuentos que comiencen por 'érase una vez' y nos sitúen en ese lugar en donde el toro bravo coincida con el torero a modo, que no haya viento, que el público haya salido contento del trabajo, que la de al lado no tenga una nariz extraña pegada a una cara extraña, que el de enfrente no me tire el gin tonic, que la del bar del patio de arrastre no se suba el vestido ni por abajo ni por arriba. Eso, sinceramente, sería una hecatombe